Afrontar la jubilación

Una de las transiciones que tiene que realizar el ser humano a lo largo de su vida es el de la jubilación. Desde la perspectiva de la psicología del desarrollo, la edad adulta viene determinada por un conjunto de actividades y acontecimientos a lo largo de una serie de años, según las sociedades y los momentos históricos.  Como proceso social, la sociedad va precisando los roles que los individuos tendrán que ejercer en cada período de edad, es decir de las acciones, los comportamientos y las actitudes que enlazan los procesos sociales y los psicológicos de cada individuo. Un autor como Erikson describe ocho etapas psicosociales por las que pasamos los seres humanos a lo largo de nuestra etapa vida Erikson, y sitúa la jubilación en la última etapa. A partir de los 65 sitúa la madurez, la integración del yo (Palacios, 2000)

Cada etapa de la edad adulta conlleva una serie de aportaciones tanto en la parte afectiva-familiar como en la social y económica. Va transcurriendo el devenir por las diferentes etapas: formación de la familia, trabajo, hijos, nietos, etc. Como se ha dicho al principio, la jubilación es una de las muchas transiciones que hacemos: de niño a adolescente, de adolescente a adulto, emancipación, vivir de forma autónoma del propio trabajo, formación de una familia, paternidad/maternidad……… Así hasta llegar a la jubilación.

Por jubilación se entiende el cese en el trabajo remunerado y el consecuente cobro de una pensión. Este cese, en nuestro país se da aproximadamente a los 65 años. En otros países de la Unión Europea, hay diferentes fórmulas para la jubilación.  En el contexto social actual de crisis económica, con una población cada vez más envejecida, es un tema sometido a un intenso debate.

La jubilación es un símbolo social de transición a la vejez, constituyendo para el individuo y para la sociedad un signo de que algo importante ha cambiado y siendo uno de los acontecimientos más importantes de la vida de una persona que contribuye al significado de la vejez. No es sólo la connotación del envejecimiento físico, sinó el impacto psicológico que tiene en la persona, en el cese en su actividad laboral. La vivencia de cómo se vive el envejecimiento va a depender de la cultura, de los valores de la sociedad y, sobre todo, de la personalidad del individuo.

Por otra parte, la jubilación no es un acontecimiento que se viva de una única forma. Hay que tener en cuenta algunos factores, como por ejemplo, si ha sido voluntaria o involuntaria, anticipada o en su momento, parcial o completa.

Por lo que hace al tipo de trabajo, hay profesiones que hacen una valoración negativa o positiva de la jubilación. Las profesiones liberales hacen una valoración negativa, mientras que las profesiones no cualificadas, de trabajo físico, hacen una valoración positiva.

La relación del sujeto con el trabajo es un aspecto que también incide en la jubilación. Si el trabajo ha sido la única fuente de actividad y concentración antes de la jubilación, sin ningún interés por otras áreas o ámbitos, es comprensible que la jubilación provoque tristeza, y en algunos casos depresión. Se cambia de estilo de vida, y por lo tanto desaparecen situaciones y roles que estaban unidos a la función laboral.

Palacios (2000), recoge las actitudes estudiadas por Atcheley durante el proceso de la jubilación:

  • Pre-retiro. Cuando se acerca la jubilación hay personas que empiezan a pensar en la posibilidad de realizar cosas. Así, la jubilación se espera como principio de tranquilidad y satisfacción.
  • Luna de miel. Período eufórico. Se intenta hacer todo aquello que antes no se había hecho (actividades de tiempo libre, viajes, etc.).
  • Desencanto. Cuando se percibe que las fantasías sobre la jubilación no se cumplen. En este período los problemas económicos o de salud pueden provocar frustraciones. Esta fase no se da en todas las personas.
  • Reorientación. Se hace un esfuerzo para ajustarse a la realidad y se reestructuran los roles. Se tiene una percepción más realista de su experiencia de jubilación.
  • Estabilidad. En este período se consigue mantener el equilibrio entre las actitudes y las posibilidades reales. Se desarrolla un estilo de vida rutinario, generando alternativas para afrontar los cambios que se han producido como consecuencia de la jubilación.
  • Fase final. En la que el rol del jubilado se vuelve irrelevante debido a una enfermedad o incapacidad. En este caso, la enfermedad o la incapacidad producen un cambio del rol de jubilado al de enfermo.

En cuanto a las teorías, las llamadas teorías de la actividad de Havinghurst y Albrecht (citados en Palacios, 2000) las hay que dicen que la vejez no difiere mucho de la mediana edad, y por eso muchas personas no aguantan la situación de dejar de trabajar si su oficio se lo permite, de realizar actividades, o se buscan nuevas. Para otras teorías, sin embargo,  la vejez es deterioro, es la teoría de las desvinculación de Cumming y Henry (citados en Palacios, 2000).

Creemos que hay que preparase para esa nueva etapa en el desarrollo del ser humano. En la actualidad se presta especial atención en preparar una serie de programas encaminados a ayudar a tomar conciencia de las posibilidades personales y evitar las actitudes negativas. Los cursos de preparación incluyen aspectos sobre el concepto de envejecimiento, el cambio de actitudes, los hábitos de vida saludables, las adaptaciones familiares y sociales, la utilización y aprovechamiento del tiempo libre, los cambios en la economía personal y en la propia vivienda, y los aspectos legales que habitualmente hay que abordar en la edad avanzada.

Adquieren especial importancia los cursos, los talleres, las universidades para mayores. En nuestra universidad, el programa FUB+Gran es un proyecto consolidado y con gran reconocimiento.

Una visión más crítica es que vivimos en una sociedad en que se da una negación del envejecimiento, con una exaltación a lo joven. Como escuché una vez, todo el mundo quiere llegar a viejo, pero nadie quiere serlo. Proliferan las clínicas estéticas dedicadas a perfeccionar el cuerpo, además de la publicidad de cremas, utensilios y demás que nos harán parecer más jóvenes, más dinámicos. Se habla de tercera edad, de edad de oro. En las ofertas para personas “mayores”, aparecen actividades que parecen diseñadas para hacerles sentir “jóvenes”.  Haría falta una aceptación más madura del envejecimiento, una aceptación. Esta idea queda reflejada muy bien en la frase del director de cine sueco Ingmar Bergman en la que decía “envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada se hace más libre y la vista se vuelve más amplia y serena”.

En el estupendo libro Relatos de Apego, sobre el Dr. John Bowlby, el psiquiatra y psicoanalista Dr. Arturo Ezquerro, nos dice en este precioso párrafo “la vejez no se trata de una fase terminal aislada de la vida, sino que es una parte integrante de nuestro desarrollo; donde las etapas anteriores se pueden volver a recrear, reexaminar, y reconstruir, para incorporarlas como experiencias de las que uno puede aprender para seguir creciendo hasta el final” (p. 261).

Dejar de trabajar es quedar apartado del mercado laboral, es abandonar la autopista, la carretera nacional, la carretera comarcal, y empezar a caminar por pistas forestales, por caminos, poco transitados, con tranquilidad, disfrutando de la naturaleza, con pausas, solo o acompañado, aceptando tu cuerpo, aceptando y disfrutando del ritmo que puedes seguir, y con la alegría de estar vivo. Y seguir aportando a la sociedad todo lo aprendido……

Juventud amplia, robusta, voraz.

Juventud llena de gracia, de fuerza, de fascinación.

¿Sabes que la vejez puede venir tras de ti con la misma gracia,

la misma fuerza, la misma fascinación?

Cuando la vida declina y todas las pasiones turbulentas se

apaciguan, entonces llegan los días ricos, los más calmos, los

más felices de todos.

W. Whitman, Hojas de hierba.

Bibliografía

  • Ezquerro, Arturo. Relatos de Apego. Encuentros con John Bowlby. Psimática, 2017
  • Palacios, Jesús, Marchesi, Álvaro y Coll, César (Compilación). Desarrollo psicológico y educación. Alianza Editorial. Madrid, 2000.

Miguel Pérez, professor de la Facultat de Ciències de la Salut de Manresa de la UVic-UCC

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