La pirámide de la población está invertida. Esto no es nada nuevo, no es la noticia del siglo y no lo descubrimos ahora. Cada vez la edad de nuestra población es más alta y tenemos menos nacimientos. Nuestra calidad de vida aumenta, vivimos más años y necesitamos más cuidados durante más tiempo. ¿Es malo? NO, pero nuestro sistema sanitario lo debe asumir. Es una cadena: mejor calidad de vida→vivimos más→necesitamos más cuidados→aumenta la demanda asistencial→más gasto.
En la actualidad, cualquier centro sanitario, con los mismos o menos recursos, debe ofrecer un servicio eficiente, de calidad y sin disminución de los cuidados. Este es el gran reto para las organizaciones sanitarias, pero deben adaptarse al cambio: cambiar o morir. Tienen el reto de buscar soluciones a los cambios. ¿Cómo? Innovando: buscando nuevas soluciones.
La Identificación por Radiofrecuencia (RFID), utilizada para la localización de activos (materiales) y recursos (personas), es una tecnología muy utilizada en otros sectores (logística, distribución, etc.), pero una gran desconocida para sanidad. Aplicar el RFID nos puede suponer un importante avance en la mejora asistencial, nos permite la localización e identificación de personas, usuarios y materiales de forma automática y nos ahorra tiempo y costes al mismo tiempo que mejoran la eficiencia, la eficacia y la seguridad del paciente.
La manera más fácil de entender este sistema es con ejemplos:
Un proyecto de RFID utilizado en un servicio de urgencias puede llegar tener un coste inicial de unos 450.000€, con unos resultados esperados de:
- Disminución del tiempo en la localización de usuarios en un 50%.
- Disminución del 99% en la identificación y margen de error en el acceso a la información de los usuarios.
- Disminución del tiempo medio de localización de activos en un 50%.
- Optimización de los recursos humanos: disminución del tiempo de localización de empleados en un 40%.
- Reducción del tiempo y costes de los procesos en un 25%.
El coste inicial no es bajo, pero con perspectiva a medio plazo, es rentable. No sólo por ahorro de costes directos, sino indirectos: disminución de la tasa de mortalidad, disminución de errores, mejora de la seguridad del paciente, eficacia asistencial y organizativa -liberando a los profesionales de responsabilidades secundarias a su trabajo habitual-, disminución de la sobrecarga asistencial y mejora en la gestión de inventarios.
Daniel Garcia, profesor del Grado en Enfermería de la Facultad de Ciencias de la Salud del campus Manresa de la UVic-UCC