El ejercicio físico: aliado en la osteoartritis

La osteoartritis (OA) se define no como una patología o una condición simple sino como un desorden común complejo. Es por ello que los datos relativos a incidencia y prevalencia son difícilmente evaluables (1). A pesar de esta “falta de datos” en relación a su epidemiología, en España y según la Asociación Española de Reumatología, es uno de los desórdenes que más afecta al sistema musculo esquelético (2). Adicionalmente se ha visto una mayor afinidad para el sexo femenino, así como una afinidad de consistencia en el incremento debido a la edad (1). Representa una de las primeras causas de dolor e incapacidad funcional y una de las que acarrea más problemáticas en términos de discapacidad asociada. Además, se estima que para el año 2020 será la cuarta causa de discapacidad debido, principalmente, al incremento de la esperanza de vida (3).

dolor

La discapacidad es un concepto global que abarca las deficiencias (que implican una alteración en las estructuras corporales), las limitaciones de la actividad (que son consecuencia de los cambios en las funciones) y las restricciones en la participación (que resultan de la incapacidad para realizar actividades sociales en diferentes niveles). Generalmente, aunque no necesariamente, las deficiencias llevan a las limitaciones en la función y estas, a su vez, en la participación. Teniendo en cuenta que las articulaciones más afectadas son la cadera en hombres y las rodillas en mujeres (1,2) ello conlleva, en general, a una disminución de la actividad física secundaria al dolor y a la rigidez funcional, principales manifestaciones clínicas de esta patología (4).

Los tratamientos farmacológicos, no-farmacológicos y la cirugía son las tres modalidades terapéuticas con las que se intenta paliar el dolor y mantener y/o mejorar la función. El ejercicio físico como tratamiento de base no-farmacológica ha demostrado ser efectivo en repetidas investigaciones (5). De ellas, sin ninguna duda, el tratamiento no-farmacológico, en forma de ejercicio físico, debería ser el que se fomentara en la actual coyuntura social, debido a su bajo coste económico y a su impacto en relación a co-morbilidades asociadas a otras patologías vinculadas a la inactividad física. El ejercicio físico debería ser considerado como el tratamiento de escogencia a nivel general ya que tiene como ventajas su facilidad de aplicación, los pocos efectos adversos y el bajo gasto sanitario que implica (1, 5, 6). Adicionalmente favorece la transferencia del cuidado de manos del profesional sanitario a manos de la persona afectada, volviéndola más autónoma y responsabilizándola de su proceso de salud y calidad de vida. Todo ello es básico dada la actual coyuntura socio-económica (6).

Saber el tipo de actividad física recomendada es un indicador básico que permite predecir un resultado favorable de tratamiento sumando, obviamente, el compromiso del paciente. Sin embargo hasta el momento existe poca evidencia en la especificación del ejercicio a realizar en la OA (7, 8). El artículo del equipo de Uthman (5) es una revisión sistemática que aporta información muy interesante en relación los diferentes tipos de ejercicio físico a realizar en la OA y que además zanja el tema de futuras investigaciones. Este artículo concluye que existe suficiente evidencia, especialmente a partir del año 2002, para concluir que la intervención terapéutica no farmacológica con ejercicio físico en la OA es más efectiva que sin él y que es improbable que nuevos estudios revoquen esta evidencia. Ello se puede decir a pesar de tener en cuenta las limitaciones de un meta análisis en red que establece comparaciones indirectas, ya que los autores buscan despejar dudas sobre el tipo de ejercicio a prescribir comparando intervenciones entre sí y apuntando aquellas de mayor efectividad. Adicionalmente abogan por promover el ejercicio físico como una constante para el desarrollo, mantenimiento o recuperación de la salud, el movimiento y la funcionalidad de los pacientes, hecho que concuerda con los actuales lineamentos de la World Confederation for Physical Therapy (6). De esta manera, en los resultados del artículo del equipo de Uthman se especifica que la intervención terapéutica que combina ejercicios de fuerza, flexibilidad y ejercicios aeróbicos son las más efectivas para mejorar el dolor y la capacidad funcional.

woman-jogger-jogging-sportTodo lo comentado es relevante en la medida que, frecuentemente, acuden a las consultas pacientes por primera intención con diagnóstico confirmado de OA buscando solución al dolor y al discomfort en el desempeño funcional diario. Si a ello sumamos el marcado envejecimiento de la población española asociado al incremento de la esperanza de vida y, considerando la edad un factor determinante de la OA, el reto que se plantea es ¿cómo debemos promocionar la autonomía de los pacientes de cara al autocuidado? Para garantizar los efectos a largo plazo será importante buscar estrategias que maximicen la adherencia a los tratamientos, ya que una parte importante del tratamiento prescrito por fisioterapeutas tiene que ver con intervenciones que los pacientes realizan de manera autónoma fuera de la consulta. Siendo así, tener una línea clara de acción reduce, como es el propósito en el paradigma de la asistencia sanitaria basada en la evidencia, la demora en la elección del tratamiento y su mejor orientación.

Griselda González, profesora de los estudios de Fisioterapia del campus Manresa de la Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya

REFERENCIAS

(1) National Collaborating Centre for Chronic Conditions. Osteoarthritis: national clinical guideline for care and management in adults. Royal College of Physicians, 2014.

(2) Asociación Española de Reumatología. [Internet]. Consultado el dia 09 de Julio de 2014. Disponible en: http://www.ser.es

(3) Woolf AD, Pfleger B. Burden of major musculoskeletal conditions. Bulletin of the World Health Organisation. 2003;81(9):646-656

(4) Schaap LA, Peeters G, Dennison EM, Zambon S, Nikolaus T, Sanchez-Martinez M et al. European Project on Osteoarthritis (EPOSA): methodological challenges in harmonization of existing data from five European population-based cohorts on aging. BMC Musculoskelet Disord. 2011;12:272.

(5) Uthman OA, van der Windt DA, Jordan JL, Dziedzic KS, Healey EL, Peat GM et al. Exercise for lower limb osteoarthritis: systematic review incorporating trial sequential analysis and network meta-analysis. BMJ. 2013;347:f5555.

(6) Dean E, Al-ObaidI S, Dornelas de Andrade A, Gosselink R, Umerah G, Al-Abdelwahab S et al. The First Physical Therapy Summit on Global Health: Implications and recommendations for the 21st century. Physiother Theory Pract. 2011;27:531–547.

(7) Bennell KL, Hinman RS. A review of the clinical evidence for exercise in osteoarthritis of the hip and knee. J Sci Med Sport. 2011;14:4-9.

(8) Escalante Y, García-Hermoso A, Saavedra JM. Effects of exercise on functional aerobic capacity in lower limb osteoarthritis: A systematic review. J Sci Med Sport. 2

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