En estos días de confinamiento se viene hablando de los efectos del confinamiento en la salud mental. En la literatura hay descritas investigaciones sobre los efectos del aislamiento sobre el estado mental de las personas. Hay que decir que estas investigaciones fueron realizadas en situaciones de laboratorio. También en la historia hay descritos de aislamiento debido a enfermedades contagiosas.
En mi opinión la diferencia con el confinamiento actual está en que ahora se disponen de recursos tecnológicos que antes no existían. En la actualidad se puede mantener contacto con el exterior: videoconferencias, llamadas telefónicas, las diferentes redes sociales, además de poder salir a realizar la compra, u otra actividad necesaria. Esto no quiere decir que no se den esos efectos psicológicos sobre el bienestar de las personas. Tampoco hay que olvidar que hay colectivos que no disponen de esos recursos tecnológicos (smartphone, ordenador, tablets, etc.).
Partiendo de estas consideraciones, los efectos del confinamiento diferirán de una persona a otra. La ansiedad, la irritabilidad, la confusión, el miedo, estados que pueden llevar a la depresión o más tarde a estrés postraumático pueden ser algunas consecuencias derivadas de esta situación. Las personas que viven solas, aquellas que tienen en casa a una persona enferma, las que padecen enfermedades crónicas, en los hogares con niños pequeños, etc, vivirán el confinamiento de forma diferente. Esta diferencia radica en los recursos tanto materiales como personales. Recursos materiales, que les permitan cubrir las necesidades básicas, y recursos personales, son nuestros estilos de afrontamiento, como nos enfrentamos a los eventos que nos van ocurriendo a lo largo de nuestra vida. Estilos que se han ido construyendo desde nuestros primeros años, lo que entendemos por personalidad.
En estos días, por tanto, se van a poner a prueba esos recursos personales, nuestra capacidad de cuidar y de cuidarnos, de la fortaleza de nuestros vínculos, nuestro sistema relacional, ya que las dinámicas familiares se ven alteradas por tantos días de encierro.
Una de las primeras dificultades es la aceptación de la realidad, aceptar los límites impuestos y organizar y planificar nuestra vida diaria de acuerdo con esos límites. La no aceptación nos conduce a la frustración, la rabia que, sin darnos cuenta, podemos desplazar sobre quien convive con nosotros. Otra consecuencia de la no aceptación de la realidad es la negación, lo que nos puede llevar a conductas negligentes que pueden poner en peligro la propia salud o la de los demás.
Hay un factor que es importante: hay que centrarse en lo que podemos controlar y lo que podemos controlar está dentro de nuestro hogar. Horarios, rutinas, tareas, ocio, etc., todo depende de cada uno, de la creatividad y capacidad de organización, así como de la disciplina. También es una buena ocasión para revisar aspectos personales, dedicar un tiempo, algunos minutos, a pensar en uno mismo, en tomar contacto con sentimientos y emociones.
Hemos hablado de cuidar, pero cuidar no es fácil. Requiere de capacidad de escucha, de empatía, de estar a disposición del otro, de conectar con las emociones, las propias y las del otro. Muchas de las situaciones de ansiedad, de temor, de frustración, están relacionadas con el tomar contacto con la vulnerabilidad, con la fragilidad. Por eso, sólo si se contacta con la propia vulnerabilidad, podemos tener empatía con la vulnerabilidad del otro.
Es tiempo de incertidumbre, en contextos donde el miedo y la ansiedad, están presentes. Tendimos a buscar seguridad, protección, y eso solo lo encontramos en el otro. Es algo aprendido en nuestros primeros años, con la figura de apego.
Viktor Franckl (El hombre en busca de sentido, Herder) nos habla de que el ser humano soporta el sufrimiento si le encuentra un sentido. Integrar esta experiencia para darle un sentido es una tarea importante en estos días. Otro autor, Ramón Riera (La herencia emocional, Planeta) recoge la idea del Slavin, psicoanalista americano, que dice que “la construcción del sentido de la vida es como inflar un globo que tiene un pequeño poro que pierde aire, tienes que soplarlo repetidamente de manera continuada, sin parar nunca”. Se trata de la importancia de no desfallecer, de la resiliencia, por utilizar otro concepto muy utilizado para describir nuestra capacidad de afrontar las adversidades para seguir teniendo ilusión y ganas de vivir. Y para esta tarea necesitamos al otro. La soledad es no buscada, no deseada, y esa es es una de una de las principales causas del sufrimiento psíquico. Somo seres sociales, de ahí la importancia de que estos días podamos mantener contacto con otras personas mediante el medio que sea.
En una reciente entrevista el filósofo Nuccio Ordine le comenta a otro filósofo, Edgar Morin, que “los seres humanos están ligados profundamente los unos a los otros. Nunca como en este momento de aislamiento (lejos de los afectos, de los amigos, de la vida comunitaria) estamos tomando conciencia de la necesidad del otro” (El País,12-4-20).
Miguel Pérez, profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de Manresa de la UVic-UCC