Buscar soluciones inmediatas, rápidas, y sencillas para resolver problemas nada triviales. Una tendencia paradójica que parece incrementarse día a día en este tiempo de aceleración vertiginosa en que vivimos.
Así, deseamos al cirujano plástico prodigioso que nos permitirá de hoy para mañana disfrutar de una figura envidiable con la misma intensidad con que fantaseamos con la formadora milagrosa que nos permita en un cursillo de 15 ó 20 horas mostrar al mundo na imagen pedagógica de ensueño.
Tragar un mal momento en el quirófano o cumpliendo con la asistencia, un trámite molesto pero breve, se aparece como un sacrificio aceptable, sobretodo si nos permite evadir la necesidad de replantearnos cambios en nuestra forma de vida o de educar que remuevan cuestiones más profundas.
Pero todas estas pinceladas superficiales acaban inevitablemente en insatisfacción. Porque resulta fácil eliminar las cartucheras, pero si no modificamos nuestros hábitos de alimentación, nuestras pautas de movilidad-sedentarismo, nuestra forma de vida estresada y estresante,… no tardaremos mucho en recuperar nuestra figura de siempre. Y resulta fácil dar un maquillaje resultón a las actividades de aula y incorporar 4 recetas novedosas, pero si no cuestionamos los libros de fichas, la dinámica de todos-lo-mismo-al-mismo-tiempo, el valor de la comunicación entre iguales, nuestro papel en el aula…nada va a cambiar en la calidad de la educación que recibirán nuestros niños y niñas.
A los cirujanos de los anuncios de la tele quizá no se les plantea, pero personalmente, se me abre un interrogante ético ante mi propia actuación como formadora. Es honesto participar de una operación cosmética en una escuela desde el convencimiento que no aporta nada en absoluto a la mejora de la educación de sus alumnos? Tiene justificación participar de este juego del parece-que-cambio-sin-cambiar-nada?
La formación no debería ser gratuita, debería exigir una contrapartida de gran valor: compromiso. Porque los cambios de verdad nunca son rápidos ni sencillos, requieren cuestionar ampliamente el quehacer y el “comohacer” diario y avanzan a pequeños pasos pensados y repensados en profundidad, huellas firmes que dibujan un camino sin retorno. Acompañar en este viaje, aportando nuevas miradas y experiencias, debería ser la prioridad de la formación.
Pedreira, M. (2006) Formación, estética y compromiso. Cuadernos de Pedagogía, 357